
Cuando trabajaba con los Niños de la Calle en Benín, aprendí que las personas somos como un árbol que siempre está creciendo. A veces, podemos tener un golpe o incluso podemos desviarnos, pero si se cuida, si se nos cuida a las personas como a ese árbol y se riega y abona, siempre seguirá creciendo hacia el sol, hacia arriba. Eso es lo que he visto y lo que he vuelto a recordar y aprender en la visita al Centro Penitenciario de Soto del Real y al CEPA Yucatán: la Educación genera Esperanza.
En primer lugar, Ecos de Soto, una revista que abre una cárcel al mundo y, lo que es más importante, el mundo a una cárcel. No es un objetivo sencillo, sin embargo, creo que el equipo de Ecos lo consigue con creces. Sólo hace falta ver las distintas portadas que están colgadas, la creatividad que hay en ellas, las iniciativas o las entrevistas que se realizan buscando que la sociedad española comprenda cuáles son los objetivos de los centros penitenciarios. Es una iniciativa extraordinaria.
Debemos recordar que el Estado de Derecho español incluye un sistema penal muy avanzando que incluye la privación de libertad, pero también que nuestro sistema constitucional prevé la reinserción y la reeducación. Y lo que es más importante, que tenemos un Estado de Derecho que respeta y defiende a las personas y que prevé las segundas oportunidades. Vivimos en un país en el que te puedes equivocar, puedes pedir perdón, cumplir tus penas y retomar las riendas de tu vida y salir adelante. Ecos de Soto es un ejemplo de “segundas oportunidades” y resulta de gran valor que expliquen y sean capaces de trasladar a toda la sociedad que todos merecemos una segunda oportunidad y que la merecemos en lo pequeño o en lo grande.
Siguiendo con la visita, llegamos al Centro de Educación para Personas Adultas (CEPA) Yucatán, que simboliza mejor que nada esas nuevas oportunidades que la gente merece y que, cuando somos responsables y conscientes de nosotros mismos, de quiénes somos, nos podemos dar. Un montón de hombres, de muchas edades y de edades muy distintas que están buscando estudiar, buscando que al menos su tiempo privados de libertad les sirva para tener nuevas oportunidades en el futuro. ¡Y que da puntos para mejorar de grado! Pensar en eso también es lícito y también suma, porque forma parte del progreso que deben desarrollar esos presos.
Las aulas, los materiales, las actividades te permiten ver que ahí hay un germen de esperanza en una vida diferente y de opciones de futuro. Los ojos despiertos de los alumnos del CEPA, aprovechando ese rato en clase como un viaje y como una gran oportunidad, junto a la vocación y el compromiso que se ve en las profesoras del centro, configuran un ambiente de esperanza generador de cambio.
Hay una frase del Conde de Saint-Simon que dice que «la educación es una segunda existencia dada al hombre; es la vida moral, tan apreciable como la vida física». Esta segunda existencia moral que se da a los alumnos del CEPA Yucatán conforma nuevas vidas y reflexiones que construyan unos caminos mejores.
A todo esto, se suman los cursos del Servicio Público de Empleo y de cualificaciones profesionales, nuevamente oportunidades y opciones para tener un futuro mejor. Esos cursos hacen que sean los propios internos los que se ocupan de los jardines, de la cocina, de la colada, y de tantas otras cuestiones del Centro Penitenciario, un centro que ya no tiene muros, porque los han pintado con unos trampantojos infinitos que te llevan a los campos de lavanda. Y que te permiten que, sabiendo que estás cumpliendo una condena, siendo consciente de que has cometido un error, también sepas que tienes una oportunidad para salir adelante, para convertirte en una persona mejor y para devolver a la sociedad, lo que en un momento dado le has restado.
Cuando empecé a trabajar en Angola con los ex militares de la guerrilla, no podía evitar pensar qué habrían hecho durante la guerra, qué habrían visto o ejecutado todos esos guerrilleros. Monseñor Martín Lasarte, con quien trabajaba allí, me dijo “es la primera y la última vez que te haces esa pregunta. A partir de ahora, son nuestros alumnos, es nuestra gente y estamos para trabajar con ellos”. Confieso que tampoco pude evitar preguntarme, durante la visita qué habrían hecho esos hombres que veía delante de mí. Pero volvía a resonar la frase de Martín en mi cabeza: “Ahora lo único en lo que tenemos que pensar es en qué futuro queremos para ellos”.
Eso está en el centro penitenciario de Soto del Real, que genera auténticas oportunidades de reinserción y segundas oportunidades para retomar una vida digna y respetuosa en libertad.
Aunque debo reconocer que la esperanza forma parte de mi vocabulario habitual, en esta ocasión era más que obligado hablar de esperanza, es lo que rezuma Soto de Real, que, además, es el único sitio fuera de Roma, que tiene una Puerta Santa que abre el camino al Jubileo de la Esperanza.
Enhorabuena a todos los que hacen posible ese centro y generan esas oportunidades y a quienes allí dentro trabajan para ser unos buenos alumnos del CEPA y generarse un futuro diferente.
PILAR PONCE
Presidenta del Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid.