HIDALGO-EDIT

El cantautor de música folk rock y autor de, entre otras canciones, Una misa para el siglo XXI falleció el pasado mes de junio. Era una persona bien conocida por los internos de la prisión de Soto del Real. Ecos de Soto recibió la noticia de su fallecimiento a través del padre Paulino. A todos los que le conocieron, internos y funcionaros, la noticia les suscitó una gran tristeza, pero también un sentimiento de profundo agradecimiento por todo lo que César entregó de sí mismo en la cárcel de Soto del Real, de forma siempre desinteresada. Colaboró estrechamente con el coro de la capellanía y celebró con todo el centro y sus internos, a través de la música, varias navidades.
Las palabras que a continuación se reproducen han sido extraídas de una entrevista que Ecos de Soto realizó a César en las primeras navidades que participó en una misa en la prisión: “Es la única prisión a la que he entrado a cantar y hablar con personas y con personas me refiero a los internos. Creo que es una experiencia verdaderamente importante y enriquecedora. Y ver la realidad que sufren, que pasan los presos. Creo que estamos llamados a conocer todas las cosas de la vida. Y esta es una de ellas, obviamente. Hay que respetar, ayudar en lo que podamos. Pero lo que podamos hacer, hacerlo de corazón. La prisión es una de los ambientes donde más impactado me he quedado. Deberíamos venir más y no solamente a cantar una misa, sino también a hacer conciertos de flamenco, de folk rock, lo que sea para ayudar y animar a la gente que está aquí”. Y así lo hizo, animó, ayudó y mucho más que eso.
En este testimonio de César ha quedado grabada, al menos, parte de su personalidad y la grandeza de su corazón. Un hombre enérgico, risueño, elocuente, cercano, que había entendido una verdad objetiva en la vida: darse a los demás es la mayor recompensa a la que una persona puede aspirar. Y, desde luego, César lo hizo siempre, de forma constante: “Siempre me he dedicado a la música y desde pequeño siempre he tenido fe. Así que era inevitable que una y otra cosa se unieran”.
César era perfectamente consciente de la importancia de la labor que llevaba a cabo. Sabía que más que alimento físico, las personas en ocasiones necesitan alimento espiritual. Y él, a través de su música, de la letra de sus canciones, de su canto, se convirtió en un árbol lleno de frutos espirituales que regaló a todos los internos de Soto. Esos frutos, esos alimentos que él entregó también alojaban semillas dentro, que seguro darán nuevos frutos saludables en otros lugares y en otros tiempos. César sembró el futuro durante toda su existencia. Y lo hizo aportando, en resumidas cuentas, el amor que le constituía. El amor hecho música, la música hecha alimento. El alimento que ha ayudado y salvado a muchas personas.
El padre Paulino, gran amigo suyo, dedicó la misa del sábado 5 de julio a su memoria. “Yo no sé si iré al cielo, pero no hay duda de que César ya está allí”, dijo Paulino al comienzo de la ceremonia, mientras señalaba con el dedo índice a las alturas.
Gracias, César, nunca te olvidaremos. Son las personas como tú las que cambian el mundo a mejor.
Ecos de Soto y el Centro Penitenciario Soto del Real en conjunto desea hacer llegar a todos sus familiares, amigos y seguidores nuestro más sentido pésame.
D.E.P.

Ernesto Foncuberta