Es común que alguna vez nos hayamos preguntado: ¿Para qué sirven las matemáticas? La respuesta es simple: Para todo.
EL MUNDO ES MATEMÁTICO, como diría Pitágoras. Las matemáticas están presentes en cosas tan básicas como conocer en que día caerá nuestro próximo aniversario hasta cosas un poco más complejas como visualizar en el móvil cuál es la ruta óptima para ir de casa al trabajo. En el primer caso se usa el algoritmo computacional de año bisiesto y en el segundo, entre otros cálculos, se usa la teoría de grafos para hallar el camino más corto o la geodesia para medir superficies curvas. Las matemáticas siempre han sido la base para la ciencia y el progreso, y por lo tanto, han servido para moldear el mundo donde hoy nos desenvolvemos.
En la prisión tampoco podemos escapar de las matemáticas. Temo que el primer cálculo matemático que uno hace cuando recibe su condena en firme busca responder una pregunta sumamente importante: ¿Cuántos días me faltan para poder salir en libertad? Lo que se conoce como cálculo de condena. En cosas más cotidianas podemos mencionar que cuando nos comunicamos con un familiar o un amigo por videollamada se hace uso de las bondades del sistema binario y de la encriptación, acompañada por los números primos o la exponenciación modular, sin dejar de mencionar algo tan básico como la propiedad de unicidad del número móvil de nuestro contacto.
LAS MATEMÁTICAS NOS RODEAN. En los últimos años esta ciencia ha conseguido mayor notoriedad. El desarrollo de métodos estadísticos y probabilísticos más sofisticados, el aumento del poder computacional y el incremento de los volúmenes de datos permiten a los Algoritmos Computacionales irrumpir en casi todos los aspectos de nuestra vida para intentar mejorarla. En los medios de comunicación con mayor frecuencia aparecen noticias relacionadas con Inteligencia Artificial (IA). Se crean puestos de trabajo donde se busca gente con experiencia en Big Data y en los planes de estudio de distintas instituciones académicas se promocionan masters relacionados a Data Science.
Ya no es necesario ponernos en modo visionario para imaginar un futuro donde la computación nos facilite la vida hasta en las cosas más triviales. Basta con abrir Spotify y esperar que algún algoritmo nos recomiende la mejor canción, gracias al Procesamiento del Lenguaje Natural (PLN) podemos preguntarle a Alexa: ¿lloverá hoy? para coger o no el paraguas antes de salir, y si queremos entretener a nuestros hijos podemos hacer uso de ChatGPT y la potencia del Deep Learning para crear un cuento infantil. Entre las cosas menos triviales también podemos mencionar que se emplean algoritmos para identificar enfermedades, predecir el clima a largo plazo o identificar el nivel de riesgo en las calificaciones de crédito o de seguros.
EL PRIMER JUICIO CON ABOGADO ROBOT se iba a celebrar el pasado mes de febrero. El bot creado por DoNoPay y que inicialmente servía solo para apelar multas de estacionamiento, iba a estar presente en un juicio donde el acusado se defendería siguiendo las indicaciones del bot. Este sería solo un paso más. Los abogados ya vienen probando con IA para procesar documentos, crear contratos o gestionar demandas. Los algoritmos también son usados en algunos sistemas judiciales desde hace un tiempo para ayudar a los jueces a decidir a quién se le concede la libertad condicional o establecer la cuantía de la fianza. En los centros penitenciarios tampoco se ha dejado pasar la oportunidad de usar modelos matemáticos y algoritmos para tomar mejores decisiones. Por ejemplo, algunas juntas de tratamiento de distintos sistemas penitenciarios evalúan las solicitudes de permisos utilizando estas herramientas. Reino Unido utiliza el sistema OASys, Estados Unidos emplea un algoritmo conocido como COMPAS, Finlandia trabaja en el proyecto RISE AI. Por mencionar solo algunos. Sin irnos muy lejos, en Cataluña la junta de tratamiento utiliza desde el 2009 el programa RisCanvi para calcular el riesgo de reincidencia de los presos que solicitan un permiso o el tercer grado. La herramienta es aplicada a todo aquél que entra en prisión.
RisCanvi tiene dos versiones, una versión corta denominada RisCanvi Screening que consta de diez variables de entrada y la salida es una variable categórica con dos posibles resultados: riesgo bajo o riesgo alto. Si el riesgo es alto se utiliza la versión extendida que cuenta con 43 variables predictoras, dentro de las cuales hay variables que a simple vista podrían parecer irrelevantes como la distancia entre el domicilio del interno y la cárcel, pero que el modelo las toma en cuenta. Con la versión extendida el resultado puede ser riesgo bajo, medio o alto. “El sistema se construyó con técnicas básicas de regresión múltiple” según comentó el doctor Antonio Andrés Pueyo, catedrático de psicología y director del grupo de investigación que desarrolló RisCanvi en una entrevista al diario El País.
LA CIENCIA COMO UNA PODEROSA HERRAMIENTA es visto positivamente por distintos organismos para minimizar riesgos y tomar una mejor decisión, sustituyendo el sesgo o la intuición de las personas que deciden, permitiendo una clasificación más precisa y homogénea. Sin embargo, también existen varias advertencias sobre los amplios y ocultos efectos de estas herramientas a pesar de que son creadas con las mejores intenciones. Por ejemplo, la investigación de ProPublica realizada en el año 2016 que analiza las herramientas usadas en los Estados Unidos advierte sobre el uso de variables que aparentemente no son discriminatorias, pero que indirectamente pueden si estar relacionadas con la raza, la nacionalidad o el color de piel; generando resultados imprecisos o en los casos más extremos algún tipo de vulneración de los derechos fundamentales. Estos dilemas no solo son aplicables a un contexto judicial, sino que están presentes como las mismas matemáticas en todos los ámbitos de nuestra vida. Si tenemos que tomar una decisión, tenemos la posibilidad de usar un algoritmo.
COMO NO PODEMOS EMPLEAR LAS TRES LEYES PARA EL CONTROL DE ALGORITMOS que nos dejó Isaac Asimov en su libro Yo, robot, desde la UE se está intentando regular su uso. El Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea en el artículo 22 obliga a pedir el consentimiento del usuario o la posibilidad de que este impugne el resultado del algoritmo y reciba explicaciones al respecto. La web juristadeprisiones.com comenta: “son ya muchos los años, concretamente 43, los que llevamos con la LOGP 1/1979. Es necesaria una nueva Ley que se enmarque y se adapte, no solo a la sociedad del siglo xxi, sino también al futuro Reglamento (UE) 2021/0106 del Parlamento Europeo y del Consejo en el que se establecen normas armonizadas en materia de IA. Solo así nuestro sistema penitenciario estará acorde con los valores y los derechos fundamentales que inspira nuestra carta magna, las normas comunitarias, y los tratados y convenios internacionales…” La ruta está trazada y tal vez ahora solo cabría preguntarnos: ¿hasta qué punto se puede confiar en los algoritmos para calcular la justicia? La respuesta conuna altísima probabilidad la encontraremos en el futuro.