El panóptico fue un tipo de arquitectura carcelaria ideada por el filósofo Jeremy Bentham a partir de los planos de las fábricas de finales del siglo xviii. El objetivo de esta estructura era permitir a su vigilante, guardecido en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas individuales alrededor de la torre, sin que estos pudieran saber si eran observados. El término procede del griego panoptes (que servía para nombrar en la mitología griega a Argus Panoptes, el monstruo de los cien ojos), significa etimológicamente que todo lo ve.
La torre de vigilancia central es un espejo espía y los presos no saben si están siendo observados. Por esta razón deben seguir siempre las reglas y aprenden a hacerlo sin que nadie les obligue.
Michel Foucault se interesa en 1975 por el panóptico, inaugurando una serie de nuevos estudios sobre el tema en su obra Vigilar y castigar. Foucault ve en él una técnica moderna de observación que trasciende y llega hasta la escuela, la fábrica, el hospital o la sociedad. La fórmula abstracta del Panoptismo no es “ver sin ser visto”, sino “imponer una conducta cualquiera a una multiplicidad humana cualquiera”.
¿Será que quienes estamos dentro de las prisiones somos los que estamos fuera de las rejas? ¿Qué es una prisión o qué cualidades reúne para serlo? ¿Cómo saber cuándo se está adentro y cuándo afuera?
Con el avance tecnológico y la aparición de las cámaras de vigilancia y los circuitos cerrados de televisión, el panóptico arquitectónico perdió vigencia y acabó desapareciendo. Sin embargo, la filosofía sobre la que se construye el concepto sigue teniendo plena validez en nuestro entorno: edificios militares, fábricas, el tráfico, instituciones educativas hasta en nuestras ciudades.
A causa del efecto panóptico que invade la vida cotidiana, las personas no ponen en cuestión las contradicciones de la sociedad de los que, quien se sitúa fuera del llamado sentido común es marginado cual loco.
Relacionado con el efecto panóptico derivan los espacios duros, aquellos espacios en los que no puedes abrir ventanas, donde la luz o el aire acondicionado no se puede graduar o donde el mobiliario permanece fijo. La prisión es el lugar por referencia de un espacio duro, pero algunas de sus características han llegado a los colegios, los espacios públicos o las oficinas. En el McDonald’s las mesas y sillas muchas veces están ancladas al suelo, en el trabajo nuestro puesto es un cubículo.