Si decimos Madiba tal vez al lector no le diga nada. Pero si decimos Nelson Mandela casi todos sabemos de quien hablamos. Madiba era el apelativo por el que era conocido este importante personaje del siglo xx. Encarcelado durante 27 años por su defensa de los derechos humanos en Sudáfrica es el nombre escogido para la escuela de rugby del Centro Penitenciario Madrid VII en Estremera, actividad que se desarrolla en este centro desde el año 2012.
Este particular equipo tiene como principal objetivo la formación en valores a través de intervenir sobre el grupo convirtiéndolo en situaciones de aprendizaje, en este caso, de valores que contribuyan o intenten contribuir a la reeducación y reinserción de los internos mediante los principios de integridad, pasión, solidaridad, disciplina y respeto, que unidos a los dos principales valores de esta escuela, como son la responsabilidad y la ejemplaridad, buscan ayudar en el cambio y evolución de estas personas.
Para todo este proceso el equipo a contado y cuenta con materiales y equipación deportiva donados por diferentes instituciones como el CR XV Hortaleza, el CR Alcorcón o la Fundación Decathlon entre otros, así como con las aportaciones de familiares de internos quienes colaboran, según sus posibilidades, con la equipación básica: protectores bucales, botas de taco de goma, rodilleras, etc. Los entrenamientos son la piedra angular de este equipo, otra de las herramientas que a lo largo de estos años ha recibido el apoyo, mediante la colaboración de forma desinteresada, de entrenadores de clubes como Madrid XV Hortaleza o Rugby Torrelodones así como de los equipos que les visitan y les incentivan a crecer y superarse.
La plantilla de quienes forman parte de la Escuela Madiba suele estar compuesta por entre 30 y 40 internos. Todo interno es bienvenido y se recibe positivamente su aportación al equipo, incentivando una integración plena, buscando que su participación desemboque en un compromiso con los compañeros y consigo mismo y una evolución de crecimiento positivo.
La inclusión con la incorporación al equipo de internos con discapacidad intelectual que cumplen condena es otro aspecto relevante. Dicha participación es positiva por dos vertientes; por un lado estos nuevos miembros sienten que forman parte de un grupo normalizado, y son recibidos como un miembro más por los demás compañeros. Por otro, el resto de participantes se encuentran con la obligación de trabajar con una persona con peculiaridades en el aprendizaje del juego, o con dificultades en su psicomotricidad, que les hacen tener que poner atención en colaborar con ellos a través de refuerzos positivos y con un esfuerzo empático y solidario que en algunos casos jamás han realizado antes en sus vidas, lo que favorece el crecimiento personal y el nivel de la empatía hacia los demás.
Los partidos y los entrenamientos son capaces de unir a internos de diversas nacionalidades y con tipos delictivos diversos, aceptando todos ellos la autoridad de los capitanes que han formado parte de la Escuela desde su origen, como consecuencia de la conducta ejemplar de cada uno de ellos, tanto dentro –sacrificándose por los compañeros, derrochando esfuerzo físico y habilidades– como fuera del campo –ausencia de partes, actividades laborales, grupales o formativas, salidas de permiso sin incidentes–.
A cada jugador se le exige un continuo trabajo para conocer y aceptar sus diferencias, sus fortalezas y debilidades, exigiéndoles responsabilidad y aceptación sobre los aciertos y también sobre los fallos, la inmediata y sincera resolución de conflictos y un trabajo de ayuda y apoyo comunes a todos. Por Hugo Vahón.
Artículo extraído del escrito enviado por Carlos Solla Golpe, creador y responsable de la Escuela de Rugby Madiba del Centro Penitenciario Madrid VII- Estremera.