Bienestar psicológico en prisión. Conozco la prisión “mejor que mi casa”. Son muchos años recorriéndola de arriba abajo. Y os cuento: todos los módulos residenciales (del 1 al 14) son arquitectónicamente iguales. En algunos se han ido haciendo pequeñas obras a lo largo de los años, principalmente en la parte de los talleres ocupacionales. Pero el resto es igual: la misma sala de estar, el mismo office, economato, el mismo número de celdas y estas todas idénticas.
Los trabajadores somos también los mismos para toda la prisión. Vamos, como vosotros, cambiando de un módulo a otro; unos se van a otras prisiones, y también llegan nuevos. No hay distintos directores para los distintos módulos. El director del centro lo es para toda la prisión.
La comida también es la misma para todos los internos. Mejor o peor pero igual. Y las normas. Las normas que regulan vuestro día a día (llamadas telefónicas, comunicaciones, horarios, régimen disciplinario…) son las mismas en todo el centro.
Todos tenéis una mala situación, con circunstancias muy parecidas que os hacen sufrir: todos estáis presos. Sabéis de sobra que ni el delito cometido ni los años de condena son criterios para asignaros a un módulo o a otro. En todos los módulos hay todo tipo de delitos y de condenas.
También todos sufrís por vuestras familias. Quizás es por esto por lo que más sufrís. En todos los módulos hay personas con problemas con las drogas, con sus parejas, ¡con problemas con tantas cosas!
“El daño no te lo hace el hecho de estar preso, te lo haces tú mismo por cómo vives la prisión”.
Hasta ahora todo igual. No hay ninguna diferencia. Y sin embargo todos sabemos que las diferencias son enormes. Cuando me toca ir en un mismo día a distintos módulos, me parece que estoy yendo a prisiones diferentes de países diferentes. Es impactante el enorme contraste entre unos y otros, desde el primer momento en que se cruza la puerta de entrada, a pesar de que como hemos visto: todo es aparentemente igual.
Hay módulos que podríamos denominar de “bienestar psicológico” y otros que
tristemente podemos clasificar como de “malestar psicológico”. No les voy a “poner
número” (1, 2, …, 14), pero los que conocemos esta prisión podríamos hacerlo.
En los módulos “de bienestar” me encuentro con hombres presos, con todo lo malo que eso lleva consigo. Vosotros lo sabéis mejor que yo. Preocupados por sus juicios, condenas, sufriendo por sus familias. Estando donde no quieren estar. Hombres que arrastran vidas y problemas complicados. Pero son hombres serenos, de aspecto cuidado, que quieren aprovechar su estancia en prisión para obtener algo positivo (trabajo, formación, solucionar problemas que les han arrastrado hasta aquí). Tienen ilusiones. Tienen planes. Me enseñan las fotos de sus hijos, de sus parejas. Nos reímos.
En los módulos “de malestar” también me encuentro con hombres presos, también con todo lo que eso lleva consigo. También preocupados por sus juicios, las condenas, también sufriendo por sus familias.
Estando donde no quieren estar. Con vidas y problemas complicados. Pero son hombres hoscos, con mal aspecto, no se cuidan, malhumorados, llenos de rabia, de odio. Que culpan a todos y a todo, y no asumen ninguna responsabilidad en su situación. Que piensan que aprovechar de forma positiva su
estancia en prisión es una debilidad. O que ni siquiera se dan cuenta de la necesidad de mejorarse, de
hacerse personas más grandes, más libres. No me enseñan las fotos de sus hijos, ni de sus parejas. No nos reímos.
Y esta es la gran diferencia, la única que hay: VUESTRA ACTITUD. Cómo vivís la prisión, cómo vivís la vida. Y eso sólo está en vuestra mano cambiarlo, y es una enorme suerte por depender exclusivamente de vosotros mismos. No de nada ni de nadie.
Yo os animo a hacerlo: cambia de actitud. El daño no te lo hace el hecho de estar preso, te lo haces tú mismo por cómo vives la prisión.
Y desde este “púlpito psicológico” que me brinda la revista Ecos de Soto, os emplazo a seguir las Reglas de Bienestar Psicológico en prisión (y en la vida) que os iré transmitiendo en cada número. Muy fáciles, muy importantes. Os adelanto el título de la primera: “Hazte todos los días la cama”.
También podéis acudir a mí o a cualquiera de mis compañeros. Será un placer poderos orientar y ayudar. Cuidaros.