Cada vez se tiene mayor conciencia de los problemas con los que se encuentran las personas mayores cuando desconocen cómo usar las tecnologías actuales para poder realizar actividades que son rutinarias.

Cada vez se tiene mayor conciencia de los problemas con los que se encuentran las personas mayores cuando desconocen cómo usar las tecnologías actuales para poder realizar actividades que son rutinarias. Para este colectivo, pagar una factura de servicios o realizar alguna transferencia bancaria puede convertirse en toda una odisea. Problemas como estos son parte de lo que se denomina brecha digital, un concepto que de modo general hace referencia a la desigualdad en el acceso, uso o impacto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre grupos sociales. Estos grupos se suelen determinar en base a criterios económicos, geográficos, de género, de edad o culturales. La brecha digital originada por una dificultad en el acceso se considera una de las más habituales, contempla la imposibilidad que las personas tienen para acceder a un recurso digital. La brecha digital por uso también es muy común, se manifiesta por la falta de competencias digitales que impiden que una persona utilice la tecnología.

No es difícil imaginar el por qué la brecha digital afecta a diversos colectivos: personas con discapacidad, personas que no cuentan con dinero para comprar ordenadores o móviles, personas que viven en zonas aisladas o con poca cobertura, personas que necesitan adaptaciones para manejar los dispositivos, etc. Sin embargo, entre estos colectivos, existe uno que muchas veces pasa desapercibido: el de las personas que se encuentran en prisión.

La brecha digital no solo afecta a personas con condenas largas

Diversas investigaciones prueban que las personas con una larga trayectoria penitenciaria tienen mayores dificultades para adaptarse a las nuevas tecnologías. Sin embargo, en tiempos donde la tecnología avanza más rápido que nunca y que se requieren competencias digitales para poder realizar actividades rutinarias o para encontrar un puesto de trabajo, la brecha digital también genera un gran impacto entre aquellas personas que tienen una condena de corta duración.

Lograr adoptar tecnologías digitales en prisión es un reto

Por razones presupuestarias y de seguridad, en las prisiones españolas se tiene restringido el uso de móviles y se tiene muy limitado el uso de ordenadores, que en el caso de existir no cuentan con acceso a internet. Permitir a los internos el acceso a internet o a las redes sociales puede dar lugar a fallos de seguridad o a una comunicación con el mundo exterior que comprometa la seguridad de la prisión y de la ciudadanía. Para resolver estos problemas, las prisiones pueden adoptar tecnologías digitales diseñadas específicamente para entornos seguros y controlados.

Los internos piensan que la exclusión digital es una barrera que dificulta su reinserción

De la investigación Educomunicación, TICs y prisión. Testimonios de personas privadas de libertad en torno a la exclusión digital, realizada en el centro penitenciario de Topas (Salamanca) se desprenden las siguientes reflexiones: “Las personas privadas de libertad consideran que la exclusión digital frenará sus oportunidades de reinserción”, “aunque existan internos quienes han recibido clases de informática estando en prisión, varios muestran una actitud crítica, considerándola escasa tanto en el tiempo de formación como en los contenidos impartidos”, “La brecha digital en prisión tiene un doble recorrido. Se encuentra el tiempo muerto sin posibilidad de aprender, o bien el tiempo muerto en el que se olvidan aquello que sabían”, “Una parte significativa de quienes se definen como usuarios medios nunca han utilizado una impresora”, “Se encuentran testimonios de demandas en la incorporación de las nuevas tecnologías a la vida cotidiana en prisión. Y lo hacen desde el conocimiento de las medidas de seguridad y reglamentos y la convicción de que es posible un uso académico de las nuevas tecnologías en prisión”, “Los internos son conscientes de que la inclusión digital no presupone inclusión social. Sin embargo, la exclusión digital hace más profunda la brecha y más difícil la vida de las personas en riesgo de exclusión social o en exclusión social”.

Lo mencionado no se aleja de la percepción que tienen muchos internos en Soto del Real. Una visión que posiblemente compartan, también, los internos del resto de prisiones españolas. Experiencias de personas que han salido de permisos, tras su regreso cuentan asombrados a sus compañeros cómo han cambiado las cosas fuera de la prisión. Los que llevan años sin salir, atentos escuchan como ahora ya no se acepta efectivo en muchos lugares, que existen tiendas donde se ha implementado el auto pago, que los coches utilizan navegadores, que en los restaurantes de comida rápida el pedido lo realizan a través de una pantalla, que tener una cuenta de correo electrónico es casi obligatorio, que han podido usar TikTok, etc.

Las imágenes mostradas abajo corresponden a una celda modelada en 3D con las dimensiones reales a las del CP de Soto del Real, a las que se les añadió una cabina digital. Con este avance los internos podrían, entre otras cosas, hacer llamadas a familiares en horarios más extendidos. Sobre todo para aquellos que tienen que llamar con otras franjas horarias diferentes a España. Reduciendo al mínimo las colas telefónicas que se originan en algunas horas en las salas de los módulos. En la pantalla se ha recreado una interfaz real ofrecida por PrisionCloud en Bélgica.

La digitalización de las prisiones ayudaría a disminuir el analfabetismo digital

Es evidente que la carencia de competencias digitales y de acceso a conectividad se ha convertido en una gran barrera de acceso al mercado profesional. Es válido por lo tanto plantearse la posibilidad de que los internos aprendan a usar herramientas digitales. Herramientas que servirían para tareas cotidianas, y que en la práctica facilitaría un menor uso de recursos como papel o personal administrativo. Muchas de las solicitudes que diariamente realizan los internos (instancias) podrían ser hechas a través de una plataforma digital que se asemeje a las aplicaciones que un interno usaría estando en libertad. Por ejemplo, realizar una cita con el dentista del centro penitenciario, consultar el saldo de peculio, transferir dinero a las cuentas autorizadas o registrar un vis a vis. También es necesario, que la prisión cuente con un plan de formación donde se pueda capacitar a los internos, empezando por lo más básico, como es el uso de un navegador web.

El Plan Nacional de Competencias Digitales.

La Agenda Digital española tiene 10 ejes prioritarios con el objetivo de reforzar las competencias digitales de las personas trabajadoras y del conjunto de la ciudadanía, asimismo persigue la meta de lograr que el 80% de la población española tenga competencias digitales básicas a la finalización de su periodo de programación. Se reconoce que la evolución de España es positiva, sin embargo, la falta de competencias digitales, tanto básicas como avanzadas, supone un freno a la transformación digital, que deberá afrontar diversos retos, como que nadie se quede atrás en su inclusión en el mundo digital, disminuir la brecha digital por cuestión de género y garantizar la adquisición de competencias digitales adecuadas para la educación entre otros.

El Plan Nacional de Competencias Digitales va acorde a la Estrategia Digital Europea que reconoce la necesidad de fomentar la implantación de tecnologías digitales para promover una economía justa y competitiva, una sociedad abierta, democrática y sostenible, y en definitiva una mejor calidad de vida para la ciudadanía europea. La primera línea de actuación busca capacitar a la ciudadanía en la era digital universalizando las competencias digitales básicas para que todas las personas puedan comunicarse, comprar, realizar transacciones, relacionarse con las administraciones usando las tecnologías digitales con autonomía y suficiencia.

Algunas prisiones en Europa han dado importantes pasos

Es cierto que, tras la pandemia del Covid-19 se ha dado un empujón para conseguir disminuir los desequilibrios originados por la brecha digital en ciertos colectivos. Las personas mayores de 65 años, poco a poco se han ido incorporando a internet y la vida de muchos trabajadores transcurre, ahora más que nunca, a través de las pantallas, ya a nadie le puede extrañar que se programen reuniones por videoconferencia. Y aunque en prisión también se ha avanzado, ya que ahora los internos tienen la posibilidad de comunicarse con sus familiares o que el centro realice citas médicas a través de vídeo llamadas, el margen de mejora sigue siendo amplio. Llama la atención, como a pesar de que en el centro penitenciario se va avanzando en ciertos aspectos, para que un interno pueda llamar a un familiar, la administración, para autorizar el número telefónico, aún requiera la factura impresa (original) de telefonía, a pesar de que actualmente las empresas utilizan facturación electrónica.

En algunas prisiones europeas se están implementando soluciones para abordar este problema. Proyectos como Prison Cloud en Bélgica, Code4000 en Reino Unido, Smart Prison en Finlandia, son ejemplos de ello. Estos proyectos acercan la tecnología a la prisión y a su vez brindan competencias digitales a los internos para su reinserción en la sociedad.

Toda persona privada de libertad tiene el derecho de que se le brinde una nueva oportunidad en la sociedad digital

Las gestiones digitales ya funcionan en algunos países.

Implantar una cabina digital en los módulos sería de gran ayuda para simplificar las gestiones de los internos y ahorrando mucho tiempo a los funcionarios. Cuando un interno realiza una instancia, el tiempo que se demora hasta su respuesta puede ser de hasta una semana, por lo que agilizar las gestiones, e informatizándolas, seria un gran avance para ambos.