La exposición consta de 29 cuadros hechos de hilos. Se inició en Madrid VI y hoy continúa su andadura en Madrid V, donde se ha expuesto en varios módulos y finalmente en la galería sociocultural, animando a la reflexión de muchas personas privadas de libertad y facilitando su trabajo terapéutico a partir de los significados compartidos. La obra refleja una línea común, donde las imágenes muestran diferentes etapas de la vida con vivencias compartidas.
El pasado, pasado está”, o eso dicen…
La primera etapa corresponde a la infancia, donde la violencia vivida no es fácil de identificar, siempre bajo la disciplina, la preocupación o la falta de control. Por eso ante la pregunta “¿Qué tal las relaciones familiares?”
casi todos contestan “bien” o “yo es que era un niño muy difícil”. Figuras que imponen desde su perspectiva, desde sus fantasmas del pasado, sus miedos no superados o su sobrecarga, sin poder ver el mundo interno
de pequeños que se adaptan a esos mandatos como pueden. En este período resalta la vulnerabilidad y la sensación de indefención.
Intentando manejarse en el caos.
En la segunda etapa se refleja la adolescencia y el inicio de los problemas de conducta, que empiezan con el señalamiento familiar “la oveja negra” y continúan trascendiendo en conflictos entre pares hasta acabar en problemas con la justicia. Se hace evidente el estado de alerta constante “paranoias” “estar a la defensiva” “llevar un puño americano”. Lo resaltable aquí es el intento de reafirmación a través de la violencia “para que llore mi madre que llore la suya”, la no aceptación de la autoridad y el inicio de la carrera delictiva.
Entrando en bucle… y explotando.
En la tercera etapa se muestra el estilo de vida delincuencial donde destacan las conductas de riesgo
y la inmersión en círculos de violencia. El paso por prisión implica nuevas distancias sobre el sistema
familiar “las noticias me llegan por terceros; y a veces, no llegan”. La sensación de falta de control sobre sí mismos y su entorno recuerda a épocas pasadas de vulnerabilidad y la desconexión aparece como una forma
más de sobrellevar el día a día “sin pastillas no funciono”.
Buscando un rumbo en la deriva…
En la última etapa se revela la soledad del individuo frente al mundo. Surgen dificultades relacionadas con la exclusión social y la incapacidad para adaptarse a un medio del cual, en muchos casos, nunca se han sentido parte. Destacan la indecisión, la ruptura de vínculos y la sensación de desamparo. El mensaje final busca la reconciliación con uno mismo, observando las dificultades a lo largo de la línea vida, para comprender la historia personal, responsabilizarse del bienestar propio y tratar de romper el círculo vicioso.