Desde una perspectiva racional todos huiríamos de aquello que supusiese limitar nuestras libertades, alejarnos de nuestra zona de confort, de la seguridad de nuestro entorno y de la cercanía de nuestros familiares. El ingreso en prisión supone una ruptura con lo anteriormente descrito. Nadie, al menos que yo conozca, elegiría renunciar a su libertad e independencia voluntariamente. De ahí la definición de “ingreso forzoso” que en la mayoría de los casos conducen a una persona a prisión ante una decisión judicial. Pero el sistema legal español contempla también la opción del ingreso voluntario en aquellos casos en los que con anterioridad no se impusieron medidas cautelares de privación de libertad (prisión preventiva), y las actuaciones judiciales siguen sus cauces hasta decretarse la firmeza de la condena de prisión impuesta. En este caso, y aunque pueda resultar sorprendente, el condenado dispondrá de un plazo de tiempo para su presentación e ingreso en prisión de forma voluntaria en el centro penitenciario que más le convenga. Aquí viene lo complejo, o no.
Asumir una condena de prisión es un proceso duro. Ser uno mismo quién por su propio pie ingrese voluntariamente en ella, es extremadamente duro.
Quien suscribe estos párrafos se ha visto en esa misma situación y créanme cuando les digo que es una de las decisiones más difíciles y duras de asumir y sobre todo de cumplir. El primer impulso es el de salir corriendo, desaparecer y poner distancia, ¿Quién querría ir a la cárcel? ¿Quién querría entrar por su propio pie en una prisión? ¿Quién decide ir a un lugar donde no sabes con qué o con quien te vas a encontrar o los problemas y dificultades a los que te vas a enfrentar?… Sabes que es “tierra hostil” y que estarás solo. ¿Quién entra voluntariamente a un lugar donde sabes que te privarán de tu libertad los siguientes años de tu vida? ¿Quién aceptaría de buen grado abandonar todo lo que le importa para ir a un lugar como este? Éstas y otras muchas preguntas le asaltan a quien le notifican que tiene que ingresar en prisión. ¡Ojo! Ingresar voluntariamente. No pierdan de vista que nadie, cuando te entregan el auto de ingreso en prisión en el juzgado o la audiencia, nadie te detiene en ese momento, nadie te retiene o te obliga a nada en absoluto. Eres tú, solo tú quien debe, por motu proprio, presentarte en la puerta de la prisión elegida dentro del plazo otorgado y decir ¡Aquí estoy! Vengo a cumplir mi condena. Parece surrealista ¿verdad? Pues la realidad es esa. Es así exactamente. La decisión como pueden ver recae en uno mismo y supone un acto de inmensa responsabilidad y fortaleza.
El ingreso voluntario en prisión supone un acto de inmensa responsabilidad y fortaleza
El impulso natural es el de eludir la cárcel por cualquier medio.
¿Y por qué no marcharse y evitar la cárcel? Porque uno debe asumir que los errores conllevan unas consecuencias y éstas afectan en primera persona a uno mismo pero también a quienes nos quieren y ellos también sufren. Marcharse es abandonarles, es afrontar un futuro mucho más incierto que la propia cárcel, es prolongar la agonía y cortar lazos con todo lo que de verdad importa y también con uno mismo. ¡Esta es sólo una parte de la reflexión!
La decisión de ingresar voluntariamente puede convertirse en una oportunidad.
Puedo decirles que ingresar voluntariamente en prisión no es decir adiós definitivamente, es la pausa obligada de la que podemos aprender y salir fortalecidos. No es fácil pero la prisión no tiene por qué ser un tiempo baldío. ¡Puede convertirse en una oportunidad! Algo que también debe tenerse muy en cuenta es que el ingreso voluntario en prisión conlleva el reconocimiento de esa responsabilidad por parte de Instituciones Penitenciarias y parece ser tenido muy en cuenta a la hora de estudiar los posibles beneficios a otorgarse al reo. El reglamento de Instituciones Penitenciarias establece como uno de los factores más importantes a la hora de estudiar los posibles permisos o el tan ansiado tercer grado; el ingreso voluntario en prisión, junto a otros como la tipología del delito cometido, el comportamiento, la evolución desde el ingreso, etc. El ingreso voluntario en prisión, pese a lo difícil y duro que puede llegar a ser, supone no prolongar la agonía, supone comenzar a rectificar, a reconstruir y a reedificar nuestras vidas. Supone trabajar por una segunda oportunidad, decirles a quienes queremos que volver a empezar es posible, que es por lo que entramos en prisión y que más pronto que tarde volveremos a estar a su lado.
Por Hugo Vahón
Redactor de Ecos de SotoImagen creada por IA