Más Allá Del Coche Eléctrico. La transición energética ha llegado para quedarse y está llamada a cambiarlo todo: cómo vivimos, cómo producimos, cómo consumimos y, también, cómo nos movemos.

Una de las apuestas claras de la Unión Europea, líder y máximo exponente de la lucha contra el cambio climático, es la movilidad eléctrica. De hecho, está previsto que los coches de combustión dejen de comercializarse a partir del año 2035 en los países de la UE –si bien algún fabricante ya ha anunciado que dejará de venderlos incluso antes, por ejemplo, Opel (2028).

Sin embargo, la realidad es que no es posible sustituir la movilidad convencional basada en la combustión de combustibles fósiles (gasolina o diésel), tal y como la conocemos, por la movilidad eléctrica.

En primer lugar, el precio más elevado de los vehículos eléctricos y el mayor coste de su posterior mantenimiento dificultará el acceso al vehículo individual por parte del ciudadano medio. El transporte público y servicios como el carsharing o el renting serán una alternativa de movilidad extendida, en detrimento de la propiedad de un vehículo por familia o persona, que venía siendo tradicional.

El futuro de la movilidad.

En segundo lugar, es prácticamente imposible satisfacer la demanda de baterías para un número de vehículos eléctricos equivalente a los vehículos de combustión existentes (salvo que se den relevantes innovaciones tecnológicas). El futuro de la movilidad eléctrica pasa por la extracción masiva de minerales críticos como el litio o el cobalto, cuya disponibilidad es limitada. Solo en el caso del litio, su extracción ha crecido en más de un 300 % entre 2010 y 2020, y aun así no es suficiente para satisfacer toda la demanda. Ello sin olvidar que el procesamiento de los minerales críticos depende actualmente de China. El gigante asiático es el protagonista indiscutible en el procesamiento del litio, cobalto o níquel y eso, entre otras cosas, supone un importante problema geopolítico porque altera las relaciones de poder y de dependencia en el ámbito internacional.

En este contexto, el desarrollo de nuevas alternativas tecnológicas es clave. Y es que el futuro de la movilidad NO será solo eléctrico.

En la delantera para complementar al coche eléctrico está el uso del hidrógeno verde, como combustible sintético en motores de combustión interna. A su favor tiene que permite utilizar la flota de motores existentes sin elevadas facturas (una alegría especialmente para los amantes del cambio manual y del rugido tradicional de los motores), su mayor autonomía y su repostaje en pocos minutos. En su contra, que está en un estadio menos avanzado de desarrollo –lo que incrementa su coste– y que requiere de una infraestructura de producción, transporte y distribución, prácticamente inexistente todavía.

El reto a alcanzar es la neutralidad climática para 2050. El futuro dirá si la movilidad lo logrará y cómo.

B.F.C.

Abogada especialista en Derecho del Medio Ambiente.