Las cosas no se valoran hasta que se pier­den dice el refrán popular. En prisión ese dicho adquiere todo su significado. La pri­sión limita, coarta, restringe e imposibilita muchas cosas a las que en libertad no le damos la importancia ni el valor que tienen.

Las cosas no se valoran hasta que se pier­den dice el refrán popular. En prisión ese dicho adquiere todo su significado. La pri­sión limita, coarta, restringe e imposibilita muchas cosas a las que en libertad no le damos la importancia ni el valor que tienen. Contar con un trabajo bien remunerado. Poder estudiar o formarse en cualquier especialidad o disciplina con­tando con todos los recursos y medios: profesores, herramientas, internet, etc., profundizar con un más­ter o un doctorado. Practicar cualquier deporte, asistir a conciertos, teatros o cines…, pasear sin rumbo, sin prisas, disfrutar de un buen menú o des­pertarse tarde un domingo, son solo algunas de las cosas que se pierden o limitan extraordinariamente al llegar a prisión.

Ingresar en prisión cambia, altera y trastoca to­dos los aspectos de la vida de una persona. Además hay que tener en cuenta en qué estado pueden lle­gar a prisión considerando cómo han accedido a ella: de forma forzada (ingreso preventivo) o volun­taria (en cumplimiento de una sentencia).

Sería imposible individualizar cada caso, a cada interno, pues las circunstancias particulares de cada individuo presentan infinitas variables: la tipología delictiva, sus antecedentes familiares, sociales, la­borales, su perfil psicológico y personal, su carácter, sus experiencias vitales, su formación y conocimien­tos, etc. Aun así, con tan amplio abanico de perfiles y personalidades todos, llegado el momento y tras asumir donde se encuentran, se formulan una pre­gunta, ¿y ahora qué? Y aunque la respuesta en gran medida dependerá de cada uno, no se puede ob­viar que la amplia mayoría de ellos requiere de ayuda, colaboración y apoyo.

El artículo 25.2 de la Constitución Española, in­dica que “Las penas privativas de libertad y las me­didas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social…” En el mismo sentido la Ley Orgánica General Penitenciaria re­coge que “Las instituciones penitenciarias […] tienen como fin primordial la reeducación y la reinserción social de los sentenciados…” “Igualmente tienen a su cargo una labor asistencial y de ayuda para in­ternos y liberados.”

Consultando a los profesionales

Para la elaboración de este reportaje hemos con­sultado con varios profesionales, entre los que se incluyen trabajadores sociales de distintos centros penitenciarios y Centros de Inserción Social (CIS), y todos coinciden en remarcar la importancia de tra­bajar por el cambio. Esto significa no abandonarse por el hecho de estar en prisión y analizar aspectos de la conducta que se puedan modificar y mejorar. Resumido en tres palabras: adquirir buenos hábitos.

Alimentación, higiene, aptitud, deporte, orga­nización o cultura son la base del cambio, según nos dicen. Esto, podemos decir, es la parte que puede depender de cada uno, pero ¿qué hay de aquellos que ni eso pueden? Hay quienes llegan en un estado físico, mental, personal y anímico que hasta para esos cambios básicos de hábitos y con­ducta requieren de ayuda. Y ya no digamos en los aspectos relacionados directamente con sus delitos, donde se entra en cuestiones de igual o mayor im­portancia a tratar y apoyar en pro de esa reeduca­ción y reinserción que remarca la Constitución.

Desde que una persona ingresa en prisión y se incorpora al módulo asignado, el contacto con los profesionales es insuficiente en muchos casos, nos dicen los internos con los que hemos hablado. ¿Hay profesionales cualificados para tan impor­tante tarea? Sí. ¿Son suficientes? Obviamente no, recalcan estos profesionales. “En Soto del Real no se puede profundizar más allá porque en esencia faltan profesionales. Porque algunos de nosotros abarcamos una media de dos o más módulos y eso limita enormemente el tiempo y los recursos que se deberían dedicar a analizar las necesidades y particularidades de cada persona” remarcan. Contar con más profesionales y recursos supon­dría ofrecer acciones verdaderamente individuali­zadas más allá del PIT (Programa Individual de Tratamiento). Por otro lado los internos de Soto del Real consultados, recalcan que pueden entre­vistarse alguna vez con todos o alguno de estos profesionales en aspectos básicos, administrativos, organizativos y/o de control a su llegada, pero que rara vez se profundiza o se trata a un nivel sufi­ciente como para que pueda suponer una ayuda al cambio, a la reeducación y a la reinserción que tanto se prodiga. No se formulan las preguntas adecuadas, nos dicen: ¿Cómo te encuentras?, ¿qué necesitas?, o ¿qué se puede hacer por ti?

Pero sin preguntas ¿cómo se puede saber a quién se tiene delante más allá de su delito? “Lo normal es que pase mucho tiempo, sin que ningún profesional tenga una conversación proactiva con nosotros desde la llegada al módulo. Entonces ¿cómo pueden tomar decisiones sobre nosotros cuando solo se ha hablado cinco o diez minutos?”, comenta un interno de Soto del Real.

En esa necesidad de tratamiento, de mejora y de cambio, para el que deben trabajar y colaborar proactivamente tanto el interno como los profesio­nales de los que depende, las actividades, la forma­ción y la integración sociolaboral juegan un papel clave. Pero entonces, ¿qué puede hacer un interno si no sabe por dónde empezar?

Sabiendo las dificultades que atraviesan tanto profesionales como internos, y centrándonos en estos últimos ¿qué debería hacer un interno indivi­dualmente si ve que no cuenta con la información o el apoyo que necesita?

En prisión existen muchas restricciones, pero también existen medios y personal que, aunque con limitaciones y escasez de recursos pueden ayudar a dar los primeros pasos hacia un futuromejor. Cada prisión, y más concretamente cada módulo dentro de ella, cuenta con unos profesionales asignados y será a ellos a los que se deban diri­gir todas las preguntas, dudas e inquietudes. Es­tos profesionales, tras recabar información sobre cada interno mediante entrevistas o expedientes establecerán un PIT dividido en dos niveles de actuaciones: Prioritarias, que están encaminadas a intervenir sobre los factores directamente re­lacionados con su actividad delictiva como dro­godependencia, agresividad, socialización; o bien sobre sus carencias básicas tales como sus co­nocimientos, formación, hábitos laborales, etc. Y Complementarias, que no están relacionadas tan directamente con lo anterior, pero que comple­mentan a estas. Aquí debería ser cuando se le pudieran ofrecer al interno propuestas individua­les para su evolución y mejora con opciones la­borales, educativas o culturales. Mostrárselas, explicárselas y animarles a comenzar, pues tal vez no sepan por dónde empezar, no se vean ca­paces o se encuentren bloqueados. “Muchos ne­cesitamos ayuda” nos repiten una y otra vez.

Las acciones para una progresión satisfactoria

En las prisiones se puede colaborar, trabajar, for­marse, estudiar… Estas son acciones que resultan esenciales para una evolución y progresión satis­factorias, pero es el trabajo el que adquiere una connotación especial por lo que éste puede aportar a quienes deben permanecer por largo tiempo en prisión.

En lo particular es importante movilizarse y actuar en pro de obtener un empleo dentro de prisión, intentando acceder a uno de los puestos de trabajo remunerados que se ofrecen en todas las prisiones y centros penitenciarios. Esto no sig­nifica que sea fácil o sencillo alcanzarlo. No todos los que lo solicitan pueden llegar a trabajar, pues desgraciadamente no hay puestos y trabajos su­ficientes para cubrir la demanda existente (algo que desde aquí reclamamos por los enormes be­neficios que aporta a quien sufre pena de prisión. Más aún cuando la propia Constitución indica que “En todo caso, tendrá derecho [el condenado a pena de prisión] a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad So­cial […]”). Lograr un trabajo dentro de prisión, durante el tiempo que se cumple una condena, debe ser un objetivo prioritario tanto para el in­terno como para los profesionales de los que de­pende directamente, pues además de permitir tener ciertos ingresos, fortalece unos hábitos la­borales que serán imprescindibles tras alcan­zar la libertad.

Debe contemplarse además que de los benefi­cios del trabajo penitenciario se benefician todos. Un interno trabajando supone que obtenga cierta autonomía con las que cubrir necesidades básicas durante el tiempo de su condena, evitando así ser una carga adicional para sus familias. También ellas, sus familias, pueden verse beneficiadas al recibir del interno una ayuda económica con la que apo­yar en los gastos familiares. Y no podemos olvidar que en los casos en que las condenas conlleven aparejadas responsabilidades civiles, éstas se pue­den ver favorecidas si quien debe hacerles frente, trabaja.

Pero no solo es el trabajo. Mejorar el nivel edu­cativo y estudiar es otra de las acciones a las que debe ponerse especial atención. Esto debería ofre­cerse y facilitarse a todos los internos en su paso por prisión. Aunque actualmente existen diferen­tes opciones; desde español para extranjeros a in­formática a nivel de usuario, pasando por los estudios elementales, la ESO, hasta el acceso a la universidad a mayores de 25 y 45 años o estudios de Grado universitario… lograr participar o incor­porarse tampoco resulta todo lo sencillo que de­bería ser. Por ejemplo, llama la atención los costes económicos que determinadas ramas de estudio presentan. El que en algunas no se faciliten los manuales o temarios de estudio, teniendo que ser costeados por el interno o sus familias cuando se carece de recursos económicos. Otro ejemplo lla­mativo es la inexistencia de beca para estudios universitarios si quien lo solicita ya cuenta con otra carrera anterior. Lograr un mejoramiento del nivel cultural y educativo puede ofrecer nuevas oportunidades personales y laborales en el futuro y la administración, en estos casos, debería poner todos los medios para favorecerlos, pues ya lo decía Concepción Arenal, “abrid escuelas y se ce­rrarán cárceles”.

Otra variable a tener en cuenta es la formación profesional. La prisión ofrece opciones al respecto pero nos encontramos con los mismos problemas; un papel informativo en el panel de anuncios, cero asesoramiento, escasez de plazas y poca variedad de cursos de formación que varían según el centro en el que se encuentren cumpliendo condena. En Soto del Real, por ejemplo, se realizan cursos de manipulador de alimentos, cocina, repostería, pa­nadería, jardinería… pero la oferta es extremada­mente inferior a la demanda.

Si bien es cierto que el primer paso lo debe dar el interno, es necesario que la institución cuente con las herramientas necesarias para acom­pañarlo en el proceso, que los equipos técnicos se involucren para favorecer su acceso y progre­sión y que las instituciones provean de medios adecuados y suficientes, los promuevan y los fo­menten, pues de no ser así se corre el riesgo de que la prisión cumpla solo con su objetivo puni­tivo (de castigo) y no con los objetivos de reedu­cación y reinserción social que recoge nuestra Constitución.

Accediendo a la semilibertad

El fundamento del régimen abierto, va más allá de la simple suavización de las penas. El régimen abierto se configura como un medio importante de apoyo a la socialización de aquellos sujetos que, en su tra­yectoria vital, cuentan con una autorresponsabilidad suficiente que justifique la ausencia de controles rí­gidos en el cumplimiento de sus condenas.

La progresión de grado queda recogida en la Ley Orgánica General Penitenciaria (LOGP). No obstante llegar a un CIS se puede lograr no solo mediante la concesión del tercer grado, sino también a través del artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario, que es una combinación entre el segundo y el tercer grado. Esto se necesita conocer porque la importancia de la evolución, aquella que se ha tratado al inicio, no solo fortalece, da recursos y sitúa en mejor posición para afrontar el futuro en libertad, sino que acerca más a ella.

Salir del centro penitenciario para incorporarse al CIS asignado es un momento trascendental en la vida de cualquiera que se encuentre cumpliendo una sentencia de privación de libertad y supone el mo­mento de demostrar y demostrarse que se está pre­parado. Digamos, ahora sí, que se tiene la oportunidad de hacer visibles los cambios y la evo­lución. Entonces, ¿estamos preparados?, ¿nos hemos preparado adecuadamente?, ¿hemos aprovechado el tiempo suficientemente?… Aquí es donde haber aprovechado el tiempo en prisión, haber decidido optar por el cambio; trabajando, estudiando o for­mándose permite incorporarse al CIS con más y me­jores recursos para acceder al mercado laboral.

Objetivo: trabajar por la libertad

Si anteriormente se ha puesto de manifiesto la im­portancia de trabajar, en esta segunda etapa se hace imprescindible. En este momento se ha al­canzado un estatus cercano a la libertad y el tra­bajo es el inicio básico de normalización para una reinserción plena en la sociedad. Por esta razón el aspecto laboral y los hitos verdaderamente impor­tantes para favorecer un primer empleo requieren de mayor atención.

Todos los profesionales consultados a este res­pecto, remarcan un aspecto importante e impres­cindible que agilizará la incorporación al mercado laboral, así como facilitará cualquier trámite o ges­tión de la vida en libertad. Se trata de la siguiente documentación.

  • DNI o NIE en vigor. Este es el documento que nos identifica de forma específica y es impres­cindible en cualquier gestión o trámite. Todos los establecimientos penitenciarios cuentan con medios para la adecuada renovación del do­cumento de identidad en el caso de que haya caducado o esté próximo a caducar.
  • El carnet de conducir, de tenerlo, debe estar actualizado. Se puede aprovechar cualquier sa­lida para gestionar su renovación y así contar con él cuando llegue el momento, pues es un documento muy útil que puede favorecer ese primer empleo.
  • Tarjeta de transporte público es el mejor me­dio para desplazarse por la ciudad, por lo que es recomendable obtener la Tarjeta de Transporte Público. Recordemos que ha llegado el momento de desplazarse con libertad.
  • Darse de alta en el Régimen General de la Seguridad Social donde se podrá contar con la Tarjeta Sanitaria y con ella, con el número de afiliación imprescindible para cualquier ges­tión posterior con la Seguridad Social en todo lo relativo con las coberturas sociales y laborales.
  • Cuenta Corriente. Una cuenta bancaria es ne­cesaria. Hoy en día se hace imprescindible con­tar con ella para recibir, por ejemplo, el importe de la nómina.
  • Demanda de Empleo (DARDE), imprescindi­ble en la formalización de cualquier contrato y será de las primeras cosas que se tendrán que gestionar al incorporarse al CIS. Este es un trámite rápido y sencillo que puede realizarse on-line o bien presencialmente mediante soli­citud de cita previa.
  • Otros documentos. Importante y muy con­veniente sería recopilar toda documentación relativa a la experiencia laboral y conocimien­tos adquiridos como títulos, diplomas, certifi­cados de formación, etc., que se ha podido ir reuniendo a lo largo del tiempo y con la que se puedan justificar los cursos, estudios, co­nocimientos, experiencia, etc. Esto será muy valioso a la hora de crear el currículum vitae y como carta de presentación en la búsqueda activa de empleo.
  • Darse de alta en el sistema Cl@ve. Es algo que se puede hacer de forma sencilla desde el teléfono móvil, por lo que se puede aprovechar alguna de las salidas de permiso para realizarlo.
  • Crearse un e-mail, un correo electrónico en el caso de no tenerlo.
  • El Certificado de Empadronamiento es otro documento importante que conviene tener actualizado en el momento de incorporar­nos al CIS. Se podrá gestionar e imprimir sin problemas usando la Cl@ve Pin de la que he­mos hablado.
  • Seguro que en el CIS asesorarán para reunir cual­quier documento que adicionalmente fuera nece­sario o favorezca la incorporación al mundo laboral. Además, llegar al CIS con el grueso de la documen­tación preparada, no solo agilizará muchísimo cual­quier proceso relacionado con el empleo, sino que proyectará una imagen de persona organizada, algo que sin duda beneficiará.

Del centro penitenciario al CIS

Al incorporarse a un CIS, en los primeros días, serán entrevistados por el equipo técnico correspondiente. Estos serán los habituales: Psicólogo, Trabajador Social, Educador y Jurista, pero en los CIS existe la figura del Coordinador Laboral que es una figura clave. También, junto al equipo técnico se encuen­tran los Técnicos Reincorpora, que según nos indi­can desde la Fundación Tomillo “son la pieza imprescindible para ayudar a conseguir estos ob­jetivos. Miembros de las diferentes entidades so­ciales que colaboran con el programa y que se implican desde el minuto uno, y durante todo el proceso, en el acompañamiento y asesoramiento a la persona privada de libertad.”

Este coordinador, tras una entrevista e intentar conocer las inquietudes y necesidades del interno (siempre en cuanto a lo laboral se refiere) realizará un itinerario personalizado de integración sociola­boral enfocado en sus aptitudes y competencias profesionales.

Este itinerario incluye acompañamiento, formación, proyecto de servicio a la comunidad, orientación laboral, intermediación y seguimiento. Para ello el técnico realizará una valoración inicial de las capa­cidades, necesidades, dificultades y/o limitaciones para ofrecer una solución personalizada, en este caso, orientadas a la inserción en el mercado laboral.

En cuanto a la empleabilidad “hay numerosas oportunidades de colocación mediante acuerdos establecidos con empresas de diversos perfiles y sectores”, nos comentan desde la Fundación. “Co­mercio minorista y atención al cliente (comercio, hostelería, alimentación…) En oficios especializados de la construcción y servicios (electricidad, fonta­nería, climatización…) En el sector logístico (envíos, repartos y paquetería, conductores, etc.)”

Algo que remarcan constantemente los traba­jadores sociales consultados: es “la confianza que debe existir entre el equipo técnico y el interno que recién se incorpora a la sección abierta”. Esto es clave, nos indican desde esta sección del Centro Penitenciario de Las Palmas I en Canarias. “Se de­ben compartir las dudas, los miedos y las inquietu­des y contar con nosotros para buscar soluciones en aquellas cuestiones que puedan ir surgiendo. Se estará más tiempo fuera (haciendo vida) que en el CIS, por lo que la confianza debe ser recíproca en todo momento”, subrayan a este respecto desde el Victoria Kent.

Para obtener ese primer empleo se contará con apoyo, pero no será algo inmediato nos comentan. El Coordinador de Trabajo y el Técnico Reincorpora esencialmente serán los que ayuden en ese propó­sito. Pero “no se deben olvidar que debe ser uno mismo quien deba moverse y actuar hasta lograr el objetivo”, remarcan.

El autoempleo es una opción tan válida como el trabajo por cuenta ajena pero conlleva mayor responsabilidad y disciplina pues no basta con de­cir quiero montar esto o lo otro, o hacer esto o aque­llo. No basta con una idea por buena que sea. Se necesita un proyecto. Si de verdad se opta por el autoempleo debe presentarse una idea bien pen­sada y estructurada, fundamentada y documentada, valorando todos los aspectos antes de comentarlo y presentarlo como una opción real.

Para determinados perfiles es muy valorado si se puede compaginar trabajo con estudios y/o for­mación. Esto es igual que la vida en general, no es fácil compaginar estudios, trabajo y familia pero, progresar y mejorar conlleva esfuerzos y éstos son valorados por nuestro entorno. Puede ser una op­ción más adelante. Al inicio es mejor comenzar dando pasos pequeños pero seguros.

Llegar hasta aquí es el principio del fin de un largo recorrido que si se ha procurado aprovechar convenientemente, puede convertirse en una nueva oportunidad.